" Coffe Klimt"
Mi vida ha dado un vuelco. No consigo entenderlo y mucho menos sacarlo de mi cabeza. Estoy enamorado.
Todo empezó esa mañana que un alboroto me llevó del cuarto de celadores al salón comedor.
Al entrar, Richi tiraba golpes al aire con los dos brazos, defendiendo su taza de café, mientras el resto de los internos lo rodeaban en actitud de curiosos.
Richi llegó aquí hace dos años condenado por asesinato, con lo puesto y cinco libros de poemas de Lady Godett que recitaba de memoria.
Para Richi se había convertido en una obsesión encontrar a Lady Godett de quien se había enamorado gracias a las inspiradas letras de amor que escribía. Desde que conoció sus versos salió a buscarla y cuando encontraba a quien él creía era Lady Godett le declaraba toda su pasión. El rotundo “no” por respuesta lo convertía en un enemigo peligroso que seguía pacientemente los pasos de su víctima hasta encontrar el momento para matarla. Entonces, decidía que esa no era Lady Godett y reiniciaba su búsqueda. Así llego a matar cinco mujeres.
Cuando entré al comedor, los internos se dispersaron rápidamente ubicándose en las esquinas del salón mientras murmuraban, entre ellos o para sí, palabras ininteligibles con largos hilos de baba. Richi cogió su café y se sentó en la mesa más alejada que encontró.
El pensar que mi sola presencia podía hacer esto, me halagó; no suelen ser agresivos pero tienen sus días.
Di una larga mirada al lugar y tras comprobar que había regresado la calma me acerqué a Richi. Este tamborileaba con sus dedos sobre la mesa rodeando con sus manos la taza de café, parecía nervioso. Sin embargo, al llegar a su lado me miró a los ojos y comenzó a hablarme con absoluta naturalidad, como si nada hubiera pasado. Durante largo rato me explicó el profundo amor que sentía por Lady Godett, habló de ella como de un ángel de belleza extraordinaria. Lo hacía con tanta pasión que era imposible dejar de escuchar como recitaba sus poemas y se deshacía en halagos para ella. Al terminar de recitar “Autorretrato” un poema en el cual ella describe detalle a detalle su cuerpo desnudo, él bajó su mirada hacia el café y entonces la vi.
No sé como explicarlo pero allí estaba... hermosa... angelical... desnuda sobre la cuchara. Perfecta. La vi respirar, la deseé, y abandoné corriendo el salón.
Esa misma noche al terminar mi turno, robé a Richi los cinco libros de Lady Godett y su taza de café. A la mañana siguiente, buscando sus pertenencias, Richi montó un “todos contra todos” en el salón comedor que tuvimos que intervenir los guardias y los celadores para frenar la contienda. Richi fue confinado en otra área y no lo he vuelto a ver, sé que pasa sus días sedado y balbuceando poemas de amor.
Desde esa noche, yo sólo salgo para ir a trabajar. En casa leo una y otra vez los poemas de Lady Godett sentado frente a la taza de café. Y sueño con el día que saldré a buscarla entre esta multitud. Porque sé que está aquí, en esta ciudad...
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