martes, 13 de abril de 2010

"Martes 13 de asadero"


Llegué según lo acordado, a mí me tocó comprar el pan y el postre helado,
- Del resto me ocupo yo- dijo Roberto al teléfono unos días antes; y ahora, me abría la puerta sonriente. Tras sacarme las bolsas de las manos me invitó a pasar al salón donde sellamos el reencuentro con un sincero abrazo.
Comentamos algo sobre lo bonito que estaba el barrio al igual que su jardín, cargado de rosas en esta época del año. A continuación pregunté por Rocío. -Rocío se fue hace unos días, no volverá nunca más- respondió.
-¡Huy! Lo siento mucho- dije con prisa.
Entonces, su cara se transformó. Seco, duro y mirándome a los ojos descargó -¿Por qué? ¿Tú qué sabes? ¿Y si eso era lo mejor para nosotros? ¿Por qué la gente se apresura a lamentarlo? Sin saber.
Titubeante agregué -Disculpa no quería molestar con mi comentario-
Luego de mirarme un momento, soltó una risa al tiempo que palmeaba mi hombro dijo -No hay problema, ven, vamos acompáñame que estoy preparando nuestro almuerzo.
Al entrar a la cocina vi las bandejas con carne, chinchulines, riñoncitos mollejas y como buen argentino no pude menos que expresar:
-¡Ja! Menudo asado nos espera hoy.
- Sí, si me ayudas a comerlo- contestó entre risas
Acostumbrado a esta imagen desde chico, enseguida noté que la madeja de chinchulines era pequeña al igual que los riñones y la molleja.
-¿Qué son de ternera lechal?- pregunté, girándose y con una sonrisa irónica contestó -No, son de Rocío- Con una risa cerramos el desafortunado chiste y comprendí que mi amigo estaba muy dolido con su separación.
-Me ayudas un momento- dijo Roberto mientras salaba un costillar más bien magro. -Le echas un poco de sal a la sopa- agregó.
Con todo gusto cogí la sal y destapé el caldero gigante que estaba sobre el fuego. Fue entonces cuando la vi. Sin cabellos, la cabeza de Rocío giraba en medio de lo borbotones del agua hirviendo, acompañada por una cebolla entera, dos hojitas de laurel y un pimiento cortado al medio. Colmado por la sorpresa solo atiné a decir:
-¿Mucha sal?
-No, solo un pizco- dijo él mientras calculaba donde cortar el costillar para que entrara en la parrilla.
Pasamos la tarde juntos, el asado estuvo muy bien. A Rocío no volvimos a nombrarla y por supuesto yo la sopa no la probé.
A última hora nos despedimos con un abrazo y quedamos para la semana siguiente pero esta vez en mi casa. Yo también soy casado, al fin y al cabo es un gusto compartir con un amigo. Pasar una tarde rodeado de los que te quieren.