María es una mujer humilde, como todos los de su barrio, que cuenta con la estima y el respeto de sus vecinos. Ella se crió en el campo, corriendo libre como los pájaros y saboreando la caña de azúcar que las manos fuertes de su padre, abrían con dulzura para ella. Era feliz a pesar de las necesidades que pasó la familia, de las cuales no tomó conciencia hasta llegar a la adolescencia.
“La Maruja”, como la llaman, nunca entendió nada de bancos, política o bloqueos económicos. Ella se limitó a llevar una vida honesta y criar a su familia de igual modo. Pero desde hace unos años, la realidad, la angustia y el dolor oprimen su pecho.
Por amor, aceptó la propuesta que le hicieron aquellas dos mujeres que visitaron una tarde su casa, trayendo palabras de esperanza para su desdicha.
Todo lo que le falta en comodidades le sobra en limpieza. Por eso ayer lavó con energía, y colgó al sol a que se blanqueara hasta la pureza la ropa que luciría hoy.
Llegada la hora, se vistió, cogió las tijeras y en su jardín, luego de pedir permiso a la naturaleza, cortó el gladiolo más bello; por amor.
Por amor sale con paso firme al encuentro, sin importarle lo que vendrá; insultos, empujones, humillaciones, acusaciones de traición a la patria. Si Dios quiere, regresará horas más tarde magullada y sucia de barro. Por amor, volverá a fregar con mano firme su ropa, y volverá a cortar el mejor de sus gladiolos, tan solo por amor.