martes, 30 de marzo de 2010

"Desencuentro"

Robert Doisneau
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Simplemente no encontraste nada en mí que valiera la pena. No te acercaste a mí por mi belleza, no, ni por mi glamour. Sé que no tengo ni tu clase ni tu estilo. Pero vayamos al principio:
Entraste al bar esa mañana preguntando por mí y cuando te señalaron el lugar en la barra en que me encontraba miraste con sorpresa e incredulidad. Giraste y te marchaste, apostaría que aterrorizada y creyendo que era una broma de los parroquianos.
Horas más tarde golpeaste la puerta de mi casa, al abrir, nuevamente vi la expresión de desconfianza en tu rostro y un libro mío en tus manos. Te costó aceptar que de este ser despreciable, a tu juicio, salieran esos versos que amabas hasta el punto de salir a buscarme. Casi tartamudeando dijiste venir de la ciudad, que eras poeta y que llegaste hasta aquí con la idea de estudiar conmigo, “de aprender mi arte” así lo dijiste.
Yo acepté leer los escritos que traías en la libreta rosa, y tú, tomar un té en mis tazas de loza cascada. Conjugabas la soberbia del cuerpo joven y la vanidad del que ha escrito un mal poema (y ni siquiera lo sabe). Tus letras estaban plagadas de tecnicismo y carentes de vida..
Previo arreglo económico, de un dinero que no necesito pero que me pareció justo cobrar, acordé trabajar contigo.
Durante los días siguientes la charla se hizo fluida, pero cargada de preconceptos por tu parte, ideas fijas y estrechas. Y como soy hombre de hablar claro, no tardaron en aparecer diferencias. Rápidamente comprendí que te revolvías en aristas seudo intelectuales, de niña rica, de gente pobre y vacía que temen a la vida, a los sentimientos, a las pasiones.
Esperabas de mí que corrigiera tu léxico o tu sintaxis, que habláramos del uso de sinónimos, antónimos, preposiciones; sin embargo, durante esa semana te llevé muy temprano a la puerta de la escuela, a que vieras llegar descalzos y sucios a los hijos del pueblo. Subimos al monte a ver a Doña Rosalía, la matrona mano santa que aprendió de su abuela, a muy temprana edad, el arte de sacar los chiquillos de entre las piernas de sus madres, a curar lombrices y muchos otros males. Te presenté a la rubia platino del vestido ajustado que vive en la última fila de casas y que continúa el oficio de su madre.
Te conté que he compartido con gente pobre, verdaderamente pobre, con ropas remendadas plagadas de exquisitas vivencias. Te expliqué que se sienta en mi mesa gente honesta y otros no tanto, poetas, pintores, ladrones, estafadores, borrachos, homosexuales y drogadictos, que apuro mi ron, el tabaco y la vida entregado a la pasión de vivir pasiones. Pero tú de eso no sabes nada ¿verdad?
La última mañana la pasamos viendo a los jornaleros descargar un barco en el muelle y te marchaste ofendida cuando te dije que la puta barata del puerto que me abrazó durante toda la noche, sabe de la vida más que tú y tu círculo de poetas mediocres.
No pude hacerte entender que la vida está en la calle de noche y de día, mientras tú continuas encerrada entre libros y recuerdos ya lejanos creyendo que estás viva.
Seguirás repitiendo la matemática diaria, con tu café con leche, tus dos tostadas y la aburrida ensalada de cada mediodía. Seguirás acostándote a las ocho con tu pijama de invierno o de verano, según lo diga el señor del tiempo en las noticias de la mañana.
Fracasé. Te mostré mis mejores fuentes de inspiración pero tú no viste poesía en ellos.
“Qué yo he ganado” me gritas alejándote, claro que sí, pero desde el primer verso.
Tú nada puedes decir porque las almas muertas no hablan.
Y ahora márchate.


Otros colegas de bar y pasiones:

http://visionesdelaluna.blogspot.com/2010/03/indeseables.html

miércoles, 17 de marzo de 2010

“Sicarios de Satanás”


¡Cuidado!
coge la mano de tu hijo
vienen hombres con sotana.
Lobos
disfrazados de corderos,
que gustan de ocultar niños
bajo sus largas faldas.
Nada nuevo, lo de siempre,
engañan a los mayores,
ultrajan a los menores,
les prometen el cielo
mientras los hunden
en el infierno de la vejación
a la sombra de la cruz.

lunes, 15 de marzo de 2010

"Promesas inconclusas"

Oscar Astromujoff

Cada mañana al poner mis pies en la realidad comienza una lucha imperecedera. Tomo un decisión y luego me culpo, de no haberlo hecho me culparía también. Siempre uno de los tres maneja la voluntad de los otros, por periodos cortos, pero el tiempo suficiente para hacer cosas de las que luego me arrepiento. Es horrible.
Una disputa constante, agotadora y desgarrante, nos une,me deshilacho cada día perdiendo consistencia, integridad, nervadura.
Contradicciones. Mientras uno dice “olvídala” el otro dice “ni muerto”, y yo en medio , cada vez más débil, desapareciendo en un hilo de aire que entra y sale, entra y sale.
Escucho sus argumentos, a izquierda y derecha voces que te engañan , te justifican y te condenan; la propia mentira. Estoy rodeado de palabras rítmicas, persistentes, atenazado por el miedo al error y la corrosiva culpa que late en mis sienes oprimiéndome hasta la infelicidad.
La pequeña llama que se extingue.
Ha pasado el día, la cruz lo marca en mi calendario, uno menos para sufrir. Cada noche la misma promesa inconclusa “Mañana...”

“Mañana no habrá mañana, nuevamente será hoy.”

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Otras voces de mi interior:

http://visionesdelaluna.blogspot.com/2010/03/ridiculo-malentendido.html

http://nuevepuertas.wordpress.com/2010/03/15/de-circulos-y-lineas/

martes, 2 de marzo de 2010

“Una experiencia terapéutica”


Jan Saudek
Llegué temprano a la cita de trabajo porque disfruto del trasiego previo. Una vieja casona alejada de la ciudad haría las veces de set. La habitación elegida no está muy limpia pero un asistente se afana barriendo el gastado piso de madera. Jan da vueltas por la casa y sus jardines buscando distintas locaciones donde aprovechar la jornada de trabajo, mientras un grupo de técnicos instala las luces.
En un improvisado camarín dejo mi ropa y me presto a la tarea de la maquilladora. Cubierta con una bata llego a la habitación donde espera todo el equipo técnico. Las nubes que se dejan ver a través de la ventana inspiran a Jan y decide poner manos a la obra; me quito la bata y desnuda atravieso la habitación hasta ponerme frente a la cámara. No me importa exhibir mi cuerpo desnudo, todo lo contrario, disfruto las miradas que me regalan los técnicos y el esfuerzo que hacen por disimularlo.
A las órdenes del director pruebo distintas posiciones hasta dar con la imagen pretendida. Una asistente nos avisa de un grupo de nubes que atravesará el encuadre que tenemos de nuestra ventana en pocos minutos. Me piden que me prepare. Por primera vez siento la brisa invernal que llega desde fuera. Allí estoy, acostada boca arriba en el piso, sobre una tela dorada con los brazos extendidos hacia el vacío. Por experiencia, sé que debo permanecer así varios minutos hasta que Jan recorra 180º disparando su cámara.
Angustia. Inmediatamente siento como crece dentro de mí, con la misma facilidad que el frío cala mi cuerpo hasta instalarse en mis huesos, en mi ser.
Con el primer disparo llegó la imagen de mi hermana Susy fallecida con tan solo cinco años; nada he tenido que ver con su muerte pero siempre me he sentido responsable. Sucedió un día ¡Clic! Mamá y sus eternos reproches envueltos en whisky. No, no soy como Susy, jamás lo seré, ¡ella hubiera sido perfecta! Desde que ocurrió la tragedia ¡Clic! Papá llega del trabajo y yo corro con los brazos abiertos hacia él. Recibo unas palmadas en mi cabeza y el reproche por estar descalza... ¿Por qué nunca me abrazabas?, ¿por qué no me defendías?, ¿por qué ¡Clic! En el suelo las revistas de moda vacía, al igual que mi cama y la taza de café. En el aire el sonido del reloj marca cada segundo interminable de mi soledad a golpe de martillo y por mucho que lo intento no consigo acelerarlo en el agobio de cada fin de semana. Hay veces ¡Clic! Flashes, fama, sonrisas fingidas, búsqueda de aprobación, autógrafos en papeles vacíos.
Una lágrima fría se desliza por mi mejilla, la voz de Jan da por terminada la toma. Me levanto. “¿Estás llorando?” pregunta “No, es el frío” digo escondiendo mi rostro. Por primera vez me incomodan las miradas de los técnicos ya que me siento demasiado expuesta.
Tiritando me visto y salgo apresuradamente sin dar explicación; escapo de la comprensión, escapo de este eterno abrazo vacío.
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Otros que aparecen en la foto: