sábado, 27 de junio de 2009

"Desierto"


Llevamos días caminando por los médanos sin tener la certeza que el rumbo es el adecuado. Todos seguimos al Capitán y confiamos que Dios y él sepan hacia donde vamos. Ya en la primera semana perdimos varios hombres vencidos por el calor, ahí quedaron en medio del arenal, cogimos su agua, sus armas y municiones y seguimos andando. Durante el día el sol calentaba la arena hasta ponernos los pies al rojo vivo, en las noches una leve brisa nos permitía tomar un poco de aire para enfrentar el día siguiente. Paso a paso seguíamos perdiendo hombres, luego fueron las armas, cuyo peso ya no soportábamos, las que fueron quedando por el camino. Cada médano se alzaba frente a nosotros como una pared infranqueable, sólo la esperanza de ver algún rancho al otro lado y los gritos del Capitán nos daban las fuerzas para subir las cuestas, y al llegar arriba, nada. El mismo paisaje a todos lados. Sólo unos ocho hombres, de los veinte que partimos, seguíamos la huella que iba dejando el Capy al frente de la columna. El agua llegó a su fin y empezamos a usar las cantimploras para orinar dentro de ellas hasta la última gota, que luego nos bebíamos para poder sobrevivir. Delante de mí cayó Miguel, el segundo de la fila, la columna siguió andando, solo el Colorado se detuvo a su lado. Ya estábamos descendiendo un médano más, cuando el Capitán me mandó volver atrás a ver que pasó con Miguel y el Colorado. Como pude desandé el camino y al llegar arriba vi al Colorado inclinado sobre el cuerpo de Miguel. Me dejé caer cuesta abajo y rodando llegué casi a su lado. El Colorado, cuchillo en mano, levantó la cabeza que tenía clavada en el cuello de Miguel y me miró. Ahí vi el profundo tajo que le había hecho en la vena gorda del cuello y de la que estaba chupándole la sangre que ahora manaba a borbotones. Tuve ganas de patearle su roja cabeza, pero cuando con un gesto me invitó a beber no pude más que tirarme de lleno al cuello de Miguel. Chupé hasta que el Colo me apartó con su mano para seguir bebiendo él, creo que Miguel ya no respiraba, pero ahí estuvimos chupando de él hasta secarlo. Luego apuramos el paso para alcanzar a la columna. Ni un pueblo, ni un rancho, ni una nube que nos trajera un poco de sombra. El paisaje fue cambiando y del arenal salimos a un llano de tierra dura, reseca y resquebrajado que hacia años que no veía una gota de agua. El silencio en los hombres auguraba un final trágico para todos, o quizá fuera que nadie tenía saliva para mover la lengua dentro de las bocas pastosas a las que no llegaba ya ni una gota de orín desde hacía días. A pesar de todo, el cambio de terreno trajo nuevas esperanzas en los hombres que a duras penas trastabillábamos un paso tras el otro. Llevábamos días avanzando en el llano reseco, cuando vimos la imagen de una mujer hermosa tendida sobre el terreno, llamándonos con un gesto suave, invitando a todos los hombres a poseerla. Esto desato la enajenación, empezamos a correr hacia ella, nos empujamos y peleamos unos contra otros para hacernos dueños del preciado trofeo que nos esperaba delante. Los gritos del Capitán nada pudieron hacer por detener la locura de la tropa. Finalmente después de dura pelea, el Colorado y yo éramos los únicos en pie, nos miramos y no quisimos pegarnos, quizá porque éramos cómplices en el destino de Miguel. Ambos salimos corriendo y quien llegara primero sería del dueño del botín. Corrí, corrí con todas mis fuerzas y a medida que avanzaba la hermosa mujer se alejaba de mí. Corrí hasta caer sin posibilidad de dar un paso más. Allí quedé, no sé cuanto tiempo hundido en un abismo oscuro hasta que me levantaron y me obligaron a seguir caminando, era el Capitán y lo que quedaba de la magullada tropa. Más adelante levantamos al Colorado. De la mujer no había rastro alguno. Seguimos andando, íbamos todos en la misma dirección pero ya no manteníamos una formación, ahora parecíamos almas en pena deambulando en un infierno desierto. Los buitres rondan sobre nuestra cabeza, si hay buitres habrá agua cerca. Sólo el Capitán mantiene su paso y yo, que me he obsesionado en no perder su rastro, y en confiar que él nos sacará de aquí.

8 comentarios:

TORO SALVAJE dijo...

Bravo.
Engancha desde el principio.
Está tan bien escrito que me ha parecido verlos.
Es fuerte y genial.

Te felicito.

Saludos.

Lunática dijo...

¡Ya te dije que beber tanta sangre de vino era malo!
Ten cuidado porque te veo bebiendo más "vino caliente" para conseguir la alucinógena visión femenina... Tu "Capi" está en peligro.
Bss

María dijo...

Hola, amigo Angel:

Encantada de leerte, me ha impresionado la imagen, con esa mujer en el suelo y toda la tierra abierta y seca. Y tu escrito, me parece precioso, y como dice Toro, engancha, pero no sólo éste sino todo los que escribes, es un placer leerte.

Un beso amigo, y gracias por tus palabras en mi blog.

Zayi Hernández dijo...

me dejastes enganchada...experimenté muchas cosas al mismo tiempo...no sé cómo explicarlo, pero ha sido muy extraño. Eso sí, me gustó.Me voy pensativa.
Besitos.

Taba-re dijo...

Terrible. Muy intenso.

Me pregunto por el final y enseguida me respondo: para qué saberlo, qué más da. El pesimista pensará que todos murieron de forma horrible, el optimista que al final hallaron agua y vivieron felices.

Lo que veo cierto es que (para mi) este relato ensalza las miserias de la vida, simbólicamente digo. ¿A cuántos dejamos atrás? ¿De cuántos nos alimentamos para seguir? Cuando vemos algo que nos atrae, nos pisamos unos a otros para obtenerlo.¿Nos arrepentimos? Sí, seguramente sí. Al principio nos acopiamos con todo, con el tiempo vamos dejando lo que consideramos prescindible, después somos capaces de dejarlo todo ante la posible pérdida de la vida. Al final, lo que domina, es que siempre intentamos seguir, como sea, pero igual que en tu relato, no sabemos como terminará.

Un abrazo.

LA ZARZAMORA dijo...

Tu crees que el Capitàn los salvarà?
Me he quedado con las ganas de leer el capîtulo siguiente.. qué pasô con la mujer???
Te voy a dar, eso no se hace, enganchar a la gente y dejarla con el caramelito en la boca.

Un beso, Angel. Excelente relato, como siempre.

Sr. Miyagi dijo...

Cojonudo, macho.

Framis dijo...

bueno, está muy bueno, la verdad que me gusta todo hasta ese final no final, está muy bueno, soy yo, tipejo que odia esos finales tan abiertos, cerrados? o no cerrados?, que bárbaro, ya que quizás en este mismo momento, le estén chupando la sangre al Capitán...
te felicito, hay una evolución tremenda en que cada cosa que te leo.