Sé que cuando leas esta, no creerás que hablo de ti. Sé que no puedes verte como un maltratador, pero es verdad lo que dicen mis amigas, repites el esquema tensión, agresión, culpa, a la perfección, como todo lo que haces. Imagino tu cara de sorpresa al leer esto “¿Yo? Si nunca te he pegado” y es verdad. A veces me pregunto cuándo será el día que alces tu mano y la descargues sobre mí. Pero no, tu pulcritud te impide hacerlo, o quizás tu estatus aristocrático. Tú, me agredes sin tocarme, cada vez que te avergüenzas de mí, cuando te burlas de lo que pienso o lo que siento, sin comprender, que bajo este cuerpo gordo y robusto, del que a veces te ríes, hay un ser pequeño y sensible, que muere de sed cada vez que le niegas un “te quiero” a su corazón reseco. Me maltratas cuando ocultas nuestra relación o me presentas como si fuera una conocida que te acabas de encontrar en el parque. Cuando te vas dando gritos o sin decir nada, dejando el portazo como la última palabra, tu verdad absoluta, que precede el silencio al que me someterás durante días, sabiendo lo mucho que anhelo tu voz. Me maltratas cuando cambias los planes que acordamos juntos, sin siquiera consultarme, sin dar explicación, y yo acepto en silencio, porque tus verdades son únicas, privadas, indiscutibles.
En situaciones como la de esta noche, he llegado a pensar que si me pegaras, me dolería mucho menos. Tanta ilusión me hacía esta fiesta, tanto tiempo sin salir juntos a ningún lado, una noche de gala me parecía una oportunidad especial para reencontrarnos y hacer algo distinto, ¿qué pasó al llegar? ¿yo era la única gorda? ¿a mí no me lucía el vestido de noche como a las otras? ¿qué pasó... qué pasó?
Cuando diez minutos después, hiciste llamar un coche, amablemente me invitaste a subir, cerraste la puerta diciendo “la noche no está para que tú te quedes” y me enviaste a casa, ahí, en ese momento, sentí que me moría. Sé que el informe oficial pondrá otra hora, pero no, el forense se equivoca, fue en ese instante... en que morí.
En situaciones como la de esta noche, he llegado a pensar que si me pegaras, me dolería mucho menos. Tanta ilusión me hacía esta fiesta, tanto tiempo sin salir juntos a ningún lado, una noche de gala me parecía una oportunidad especial para reencontrarnos y hacer algo distinto, ¿qué pasó al llegar? ¿yo era la única gorda? ¿a mí no me lucía el vestido de noche como a las otras? ¿qué pasó... qué pasó?
Cuando diez minutos después, hiciste llamar un coche, amablemente me invitaste a subir, cerraste la puerta diciendo “la noche no está para que tú te quedes” y me enviaste a casa, ahí, en ese momento, sentí que me moría. Sé que el informe oficial pondrá otra hora, pero no, el forense se equivoca, fue en ese instante... en que morí.