domingo, 5 de abril de 2009

"El árbol"




Ocupaba la zona central,
en el jardín de la abuela.
Ella me enseñó a cuidarlo
y cuando fue el momento,
el abuelo a treparlo.

Sus frutos hablan de mi infancia,
que no fue mala,
pero tampoco fácil.
En sus brazos, se tejieron
historias de piratas y fortines.

Tras el muro, en la calle
vedada para mí, el griterío
de niños y las ansias de correr.

Encaramado en su palo mayor,
navegué solitarias siestas
en soleadas bahías.
Rutas en cartas desconocidas.

Protector, conoció mis lágrimas
y mi primer poema.
Tallé, en momentos difíciles,
la memoria de mis amores
en su silencio...
Fuimos amigos íntimos
descubriendo el alma.
Juntos, leímos a Goethe.

Un día crucé el muro...

Navegué otros mares,
tardé en volver.
La casa ya no está... él tampoco.
Quedaron nuestros viajes
en mi memoria.
Relatos, que hoy echan raíz...
en la sonrisa de mis nietos.

5 comentarios:

Taba-re dijo...

Muy bueno.
Lo que existió ayer deja raíces en el ahora.

Un abrazo.

Beatriz Sy dijo...

La raiz de los recuerdos que crece, agarrando fuertemente en ocasiones.
Una suerte que se conserven!

Antonio Vega dijo...

Bienvenido al club de los escritores locos, Ángel...Saludos

Lunática dijo...

Intento recomponer esta inocencia que me enseñaron mis abuelos.
Intento encontrar esas palabras que escribieron en mí.
Intento que otros suban y se encaramen a mis ramas.
Intento cobijar y dar sombra.
Intentos ya baldíos: mi inocencia se perdió, mi corteza cubrió las palabras, no tengo ramas y mi sombra, ya sólo crea inquietud...

Framis dijo...

los recuerdos más intrínsecos son los que apuñalan al inconsciente cuando los disparamos, y a veces lo hacemos con otro recuerdo.
para bien o para mal, no podemos evitarlos